jueves, 5 de noviembre de 2009

andres orozco

UN DIA ABURRIDO

Habían pasado dos horas y Estrella, empezaba a cansarse de estar sentada con su hermana a
la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su
hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin
dibujos ni diálogos?», se preguntaba la pequeña.

Así pues, estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la
había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la
compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, o emprender un camino lleno
de aventuras con su gato amigo, ese astuto de ojos fijos y grandes que enfrentaba al mundo
con una sonrisa de travieso.

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